Pero el perfeccionismo también tiene un lado positivo. Este rasgo de personalidad, trae consigo aspectos como la conciencia, la resistencia, la satisfacción con la vida y la capacidad para hacer frente a la adversidad.
En este sentido, podemos pensar que existe una forma de ser un buen perfeccionista: aprendiendo a fortalecer las cualidades y minimizar los inconvenientes. Una forma de hacer esto, por ejemplo, es convirtiendo los errores en experimentos estratégicos.
Algunos científicos piensan que el perfeccionismo es una fobia a cometer errores. Los perfeccionistas son duros consigo mismos y muy autocríticos, y esta forma dura de ser, los termina desmoralizando. La meta de todo perfeccionista es hacer las cosas bien, pero el reto es pensar en cómo hacerlas de forma diferente. Esto último no implica bajar el nivel, sino todo lo contrario: implica enfocarse en las estrategias que utiliza para llegar a su meta.
Por ejemplo, pensemos en una persona perfeccionista que quiere escribir: lo más probable es que se aproxime a su meta rumiando excesivamente acerca del nivel de calidad de una oración, y esto le impida avanzar en su trabajo, y por ende llegar a la meta. Una forma alternativa de aproximarse, sería utilizar otra estrategia, como por ejemplo, escribir durante 10 minutos sin detenerse y luego revisar el material. De esta forma, será más probable que permita que sus habilidades fluyan sin ningún tipo de interferencia, llegando de forma más efectiva a su meta.
Si esta opción no funciona, puede intentar con otra. Lo importante es centrarse menos en el error y más en buscar una solución. Al fin al cabo, un perfeccionista sano, es un solucionador de problemas.
Con información de: Ann MacDonald / Dr. Jeff Szymanski
Foto: Globedia