Sucesos traumáticos habituales:
INTENCIONADOS
• Agresiones sexuales en edad adulta.
• Relación de pareja violenta
• Terrorismo, secuestro y tortura
• Muerte violenta de un hijo
• Abuso sexual en la infancia
• Maltrato infantil
NO INTENCIONADOS
• Accidentes (de tráfico, choques de trenes, etc.)
• Catástrofes naturales (terremotos, inundaciones, etc.)
Cualquier trauma afecta profundamente la confianza de la persona en sí misma y en los demás. Los síntomas derivan de la vivencia súbita de indefensión y de pérdida de control, del temor por la propia vida. Las víctimas tienden a revivir intensamente, con mucha frecuencia y de forma involuntaria el suceso vivido, bien en forma de pesadillas, bien en forma de recuerdos agobiantes y de sentimientos perturbadores, que pueden activarse ante cualquier estímulo, por mínimo que sea. Todo ello viene a reflejar que las imágenes de lo ocurrido quedan grabadas en la memoria icónica del sujeto. Es como si la memoria se encasquillase y no pudiera dar una salida normal a las experiencias vividas (Echeburúa y Corral, 1995).
Por su parte, las personas afectadas se encuentran permanentemente en un estado de alerta y sobresaltadas, presentan dificultades de concentración en las tareas cotidianas, se muestran irritables y tienen problemas para conciliar el sueño. Por ello, tienden a sentirse desbordadas por los acontecimientos cotidianos y a estar persuadidas de que ya nada está bajo su control. Un estado permanente de alerta lleva al agotamiento porque, además de estar alterado el sueño, todos los sentidos de la víctima están atentos sin descanso a los posibles peligros de la vida cotidiana. Las conductas de evitación desempeñan un papel muy importante en las limitaciones experimentadas por las víctimas.
Evidentemente existen diferencias en las formas en que los individuos afronta este tipo de traumas. Por una parte, existen personalidades resistentes al estrés. Estas se caracterizan por el control emocional, la autoestima adecuada, unos criterios morales sólidos, un estilo de vida equilibrado, unas aficiones gratificantes, una vida social estimulante, un mundo interior rico y una actitud positiva ante la vida. Todo ello posibilita echar mano de los recursos disponibles para hacer frente de forma adecuada a los sucesos negativos vividos, superar las adversidades y aprender de las experiencias dolorosas, sin renunciar por ello a sus metas vitales. Este tipo de personalidad funciona como un amortiguador o como una vacuna protectora que tiende a debilitar la respuesta de estrés.
Por otra parte, hay personas que son muy sensibles y, por ello, les afectan de forma especial los hechos que les ocurren, por insignificantes que éstos sean. Estas personas están predispuestas a tener una respuesta más exagerada e intensa que otras ante un mismo suceso negativo. En este sentido, la mayor o menor repercusión psicológica de un suceso traumático en una persona depende de su vulnerabilidad psicológica, que se refiere a la precariedad del equilibrio emocional, y de su vulnerabilidad biológica, que surge de forma innata y que está relacionada con un menor umbral de activación psicofisiológica. Ambos tipos de vulnerabilidad pueden amplificar, a modo de caja de resonancia, el daño psicológico de las experiencias negativas sufridas. En estos casos son es determinante la influencia de factores psicosociales protectores como el apoyo social, tanto personal como institucional.
El grado de daño psicológico (lesiones y secuelas) está mediado por la intensidad o duración del hecho y la percepción del suceso sufrido (significación del hecho y atribución de intencionalidad), el carácter inesperado del acontecimiento y el grado de riesgo para la vida, las pérdidas sufridas, la mayor o menor vulnerabilidad de la víctima y la posible concurrencia de otros problemas actuales (a nivel familiar y laboral, por ejemplo) y pasados (historia de victimización), así como por el apoyo social existente y los recursos psicológicos de afrontamiento disponibles.
Aquí os describimos algunas estrategias de afrontamiento en estos casos, tanto positivas como negativas.
Estrategias de afrontamiento positivas:
· Experiencia compartida del dolor y de la pena
· Aceptación del hecho y resignación
· Reorganización del sistema familiar y de la vida cotidiana
· Reinterpretación positiva del suceso (hasta donde ello es posible)
· Establecimiento de nuevas metas y relaciones
· Búsqueda de apoyo social
· Implicación en grupos de autoayuda o en ONG
Estrategias de afrontamiento negativas:
· Anclaje en los recuerdos y planteamiento de preguntas sin respuesta
· Sentimientos de culpa
· Emociones negativas de odio o de venganza
· Aislamiento social
· Implicación en procesos judiciales, sobre todo cuando la víctima se implica voluntariamente en ellos
· Consumo excesivo de alcohol o de drogas
· Abuso de fármacos
Una consecuencias que puede derivarse de situaciones traumáticas es el llamado trastorno por estrés postraumático o TEPT el cual es un trastorno psicológico clasificado dentro del grupo de los trastornos de ansiedad. Se caracteriza por la aparición de síntomas específicos tras la exposición a un acontecimiento estresante, extremadamente traumático, que involucra un daño físico o es de naturaleza extraordinariamente amenazadora o catastrófica para el individuo.
Vía: "La resistencia humana ante los traumas y el duelo". Drs. Enrique Echeburúa, Paz De Corral y Pedro J. Amor